En estos días la prensa
provincial y nacional se hace eco de las negociaciones para la renovación del
Tratado Comercial entre la Unión Europea y México y de sus repercusiones en la
Denominación de Origen del Queso Manchego. Por su cercanía en un producto tan
nuestro y que identifica a nuestra tierra, parecen haber saltado las alarmas
ante el hecho de que en México se elaboren y comercialicen quesos “tipo
manchego” de leche de vaca que se derriten fácilmente para acompañar a nachos y
enchiladas. Allí “manchego” es una marca y no un “origen”. Distintos
responsables políticos se han apresurado a defender nuestros quesos manchegos.
Exigen no ceder en las negociaciones ante esta aparente competencia desleal o
fraude que puede confundir a los consumidores, principalmente de Estados
Unidos, donde se exportan buena parte de
nuestros quesos con denominación de origen. No estaría de más contemplar si en
el futuro, con tanta liberalización del comercio, no serán los propios
consumidores europeos los que acabemos también consumiéndolos aquí.
Sin embargo, no podemos olvidar
que esta situación por muy cercana e impactante que nos parezca se engloba en
un contexto más amplio, el de la creación de grandes tratados comerciales de
“nueva generación” como el TTIP, CETA o TISA. Acuerdos que ya se han aprobado
como el CETA (entre Canadá y la Unión Europea) o están en fase de aprobación
como el TTIP (entre Estados Unidos y la Unión Europea). Estos tratados que bajo
los manidos argumentos del “libre comercio”, “desarrollo”, “aumento de la
inversión” y “creación de empleo”, no buscan una simple bajada de aranceles
comerciales, ya de por sí bajos, sino una mayor desregularización mundial en
las legislaciones que afectan al consumo, la seguridad alimentaria, ambiental y
laboral y de paso seguir favoreciendo las privatizaciones de los menguantes
servicios públicos y blindando posibles tentaciones ciudadanas o políticas de
renacionalizar o remunicipalizar allí donde ya han pasado a manos privadas. Sus
defensores, bajo el eufemismo de “armonizar legislaciones”, nos quieren colar una
rebaja en las nuestras. La Unión Europea cuenta con normativas más exigentes
que sus diversos socios comerciales. En estos tiempos de neoliberalismo global,
esto no parece ser bueno para el comercio. Los negocios por delante de las
personas.
Estos tratados se han negociado
durante años con gran secretismo y opacidad. Los grandes interlocutores no han
sido los estados sino las grandes empresas multinacionales. Sólo gracias a las primeras
denuncias y filtraciones, la creciente presión social y las movilizaciones, se
ha conseguido llevar estos tratados a los grandes medios, al debate público y a
la agenda política. Aunque en nuestro país haya costado más, cada vez más gente
quiere saber como unos tratados comerciales negociados a espaldas de la
ciudadanía y de sus representantes, pueden afectar a su vida cotidiana presente
y futura. Asamblea Ciudadana de Manzanares ya en Noviembre de 2015, organizó
una charla sobre el TTIP en la que Enrique Quintanilla (Ecologistas en Acción y
No Al TTIP) nos contaba como los eurodiputados/as que empezaron a solicitar
información debían consultarla con papel y bolígrafo previa firma de un protocolo
de confidencialidad. El pasado 16 de octubre en otra charla organizada en
Daimiel, la eurodiputada Marina Albiol (Izquierda Unida) y el eurodiputado Florent Marcellesi (Equo)
contaban lo mismo y como los tratados podían afectar a una provincia rural como
Ciudad Real. En ambas charlas las amenazas hacia nuestras denominaciones de
origen, no solo la del queso, aparecieron descritas con claridad.
En Europa existen cientos de
denominaciones de origen y miles de productos protegidos. Estas figuras son un
ejemplo de actividad económica regulada dentro de una economía de mercado. Aparte
del valor económico que generan, proporcionan otro tipo de ventajas como
alimentos de gran calidad, modelos de producción más sostenibles, desarrollo
económico local, fijación de población en nuestro entorno rural y la
pervivencia de valores culturales y sociales vinculados al territorio y sus gentes. Parece
que este modelo regulado no es del agrado o debe ser sacrificado como un daño
colateral en favor de la puesta en marcha de los tratados. Algunos responsables
políticos parecen sorprenderse ahora, pero no debería ser así, salvo que hayan
practicado un silencio cómplice anterior o una ignorancia preocupante sobre su
contenido y objetivos.
Más allá del peligro para
nuestras denominaciones de origen, los riesgos son más amplios y afectan de
forma general a nuestra agricultura, ganadería, pequeñas y medianas empresas,
medio ambiente, salud y consumo. Con estos tratados se pretende abrir las
puertas en la Unión Europea a prácticas y productos como los transgénicos,
legalización de pesticidas, hormonas y aditivos hasta ahora prohibidos,
cloración de carnes, aumento de la duración de patentes, relajación de las
normas de etiquetado y a sistemas de arbitraje privados, un sistema judicial
paralelo hecho a medida de las multinacionales que aparte de mermar la
soberanía de los estados solo será accesible económicamente a ellas. Para el
sector agroalimentario, clave para nuestra economía regional y local, estos
tratados aumentarán más aún el poder de la agroindustria multinacional en el
control de toda la cadena de producción, precios, distribución y venta de
productos alimentarios. Vender la ilusión de que nuestras pequeñas y medianas
empresas tendrán las mismas oportunidades de competir y exportar que las
grandes multinacionales, ya sean norteamericanas o europeas, con las reglas que
éstas han negociado a su medida es una ficción. Desaparición de pequeños
agricultores y ganaderos, de pequeñas empresas, deterioro de ecosistemas, de
condiciones laborales, de servicios públicos, despoblación, empeoramiento de
nuestra dieta... Por desgracia no son fenómenos que suenen extraños por aquí y
en buena parte son síntomas cercanos del avance en las últimas décadas de las
políticas neoliberales impuestas en Europa y España por gobiernos populares y
socialistas. Pero se puede ir más lejos y estos tratados suponen un impulso
para extender y blindar este modelo en Europa.
Choca que partidos políticos que
en su discurso dicen defender nuestro mundo rural y nuestras denominaciones de
origen, hayan votado a favor o se hayan abstenido a última hora en las votaciones
del Europarlamento, Congreso o Senado cuando se ha tenido que decidir sobre
estos tratados. Curiosamente la ratificación del CETA en el Senado, se votó el
mismo día que la aprobación del artículo 155. En un rato y sin mucho ruido,
salió adelante con los votos a favor de PP, Ciudadanos, PDCat, PNV y la
abstención del PSOE. Partidos que unas horas antes se arrojaban distintas
versiones de patriotismo y soberanía, se ponían de acuerdo para complacer los
deseos del capitalismo global. Puede que en los próximos meses apenas se hable
de estos tratados en los grandes medios. Por ello es fundamental extender la
información, concienciación y movilización ciudadana. En toda Europa son miles
las organizaciones, plataformas y ong’s que se han declarado en contra. En 2015
consiguieron llevar al Parlamento Europeo una Iniciativa Ciudadana avalada por más
de 3 millones de firmas. Cientos de pueblos y ciudades se han declarado
contrarias, también en nuestro país. Estamos ante una gran movilización social,
diversa y transversal, porque cualquier persona puede encontrar en ellos
cuestiones que le afectan.
Si estos tratados pueden ser
malos para la inmensa mayoría de la ciudadanía europea, pueden ser nefastos
para nuestra provincia y sus pueblos. Nuestra tierra que sufre de despoblación,
escasa diversificación y perspectivas económicas, altos niveles de desempleo,
rentas bajas, problemas de agua, puede verse muy afectada en sectores clave
como la agricultura, la ganadería y la industria agroalimentaria. Llama la
atención que muchos políticos, administraciones y organizaciones muestren
sorpresa ante noticias como la del queso manchego y pidan como solución la
confianza y la firmeza en las negociaciones. Actuar como si se tratara de un
problema puntual o un accidente en un proceso negociador, sin reconocer el
verdadero alcance del modelo económico, social, ambiental y de derechos que hay
detrás es poco honesto. Más cuando hasta hace cuatro días la mayoría han apoyado
o callado ante estos tratados. Que no te la den con queso.
Roberto López-Villalta Nieto.
Miembro del Círculo Podemos Manzanares y de Asamblea
Ciudadana de Manzanares.
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