Sí. Hoy podría escribir. No sé si
de cualquier cosa porque siento mi alma en clave de tristeza. Y la
tristeza es proclive a una inspiración
triste. Y no sé si todo el mundo, pero
yo siento la necesidad de purificar esta sensación de culpa, porque eso es en
definitiva la tristeza: un sentimiento de culpa por aquello en lo que tú no
aportas soluciones aunque puedas. Y lo hago escribiendo y recriminando/me y
sintiendo que el miedo nos frena: miedo a perder lo que creemos poseer, miedo a
que nuestra opulencia (opulencia sí, porque en mayor o menor escala
hay muchos opulentos) , nos descubra cobardes, incapaces de pensar en algo que
no seamos nosotros mismos, miedo a
perder ese consumismo absurdo que con sus falsos señuelos nos ha acaparado para
su causa (una causa demoníaca que nos ha
apresado en su tela de araña); miedo a que nos falte la calefacción, o el aire
acondicionado, o el coche, tan
imprescindible, miedo a no poder pagar la luz, el teléfono, la Tablet, las mil
pequeñas cuotas con las que suicidamos
nuestro futuro. Y claro, así, ¿quién piensa en los otros? en los que para vivir
su día a día tienen que echar mano de su imaginación, hacer magia para seguir sintiendo que la vida
también cuenta con ellos aunque esa vida sea de una marginación y una pobreza
absoluta.
Y uno, desde su tristeza, piensa
que no somos dignos de llamarnos seres humanos; que la humanidad bien concebida
debería ser otra cosa; que la sociedad o la filosofía o los gobiernos o la
educación o las religiones o todo
aquello que nos conforma como personas está carente de conciencia. Y sin
conciencia nos modela. Y aunque en un
momento de tristeza sintamos que no es así, que no debe ser así, seguiremos pensando que los que no se esfuerzan no tienen derechos, que los privilegios hay que ganárselos y que cada quién es responsable de lo que le ocurra. Nuestra sociedad capitalista es excluyente hasta el extremo de creerse sus propias mentiras aderezándolas de verdad. Yo sé que es probable que no exista ninguna filosofía que pueda encauzar nuestro paso por la vida, de haber existido ya lo habría resuelto; que no somos conscientes de que esa brevedad de nuestro ser nos volverá a poner en el punto de partida, es decir, nos volverá a dejar en debilidad, en soledad, en llanto, un llanto que únicamente, podrá mitigar la muerte.
momento de tristeza sintamos que no es así, que no debe ser así, seguiremos pensando que los que no se esfuerzan no tienen derechos, que los privilegios hay que ganárselos y que cada quién es responsable de lo que le ocurra. Nuestra sociedad capitalista es excluyente hasta el extremo de creerse sus propias mentiras aderezándolas de verdad. Yo sé que es probable que no exista ninguna filosofía que pueda encauzar nuestro paso por la vida, de haber existido ya lo habría resuelto; que no somos conscientes de que esa brevedad de nuestro ser nos volverá a poner en el punto de partida, es decir, nos volverá a dejar en debilidad, en soledad, en llanto, un llanto que únicamente, podrá mitigar la muerte.
¿Qué tendrá que ocurrir para que
un día podamos sentirnos orgullosos de nuestra condición humana? Tal vez esta pregunta se la esté haciendo la
humanidad desde que el mundo es mundo y tal vez nunca lleguemos a encontrar la
respuesta. No sé si este mensaje podría llamarse apocalíptico, porque parece
ser que ni eso, profetizado por tantos a
través de los tiempos, tiene visos de verdad. Creo que sólo cabe esperar a que
nos vuelva la conciencia y, alguna vez, sepamos hacer lo correcto.
Jerónimo Calero Calero
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