viernes, 12 de enero de 2018

¿Fin de la crisis? Del paro a la precariedad. Artículo de opinión de Toñy Real



Bajada del paro, creación de empleo, recuperación económica, subida de afiliación a la Seguridad Social, salida de la crisis... Son mensajes que desde hace tiempo oímos casi a diario, como si sus emisores y propagadores pretendiesen que su repetición constante terminará por ser asumida o creída por la ciudadanía.


La siguiente tabla muestra los datos de personas desempleadas y número de habitantes empadronados en Manzanares en los últimos años:


Estos datos muestran una continua pérdida de población en nuestro pueblo junto a la disminución de personas desempleadas. La bajada del paro siempre es una buena noticia, pero su análisis en estos tiempos de “salida de la crisis” debe acompañarse de otras realidades que van más allá de una simple estadística. La pérdida de población de Manzanares, hecho que también se extiende a la mayoría de pueblos y ciudades de nuestra provincia y comunidad autónoma, es uno de ellos. Si durante el periodo 2014-2017, el paro ha bajado en 504 personas, al mismo tiempo se han marchado 718 personas. Aunque la pérdida de población se explica por diversos factores, la falta de perspectivas laborales y por tanto vitales es una de las principales. La mayoría de las personas que deciden emigrar a otras ciudades, comunidades o países, no suelen ser trabajadores
Toñy Real
o trabajadoras con su vida arraigada al municipio. Muchos son jóvenes, con o sin formación, que no tienen oportunidad de acceder al mundo laboral, o como mucho, solo pueden aspirar a enlazar de forma intermitente trabajos precarios. La realidad cotidiana muestra que los esfuerzos de las administraciones, cada una con sus distintos niveles de responsabilidad y competencias, no están dando los frutos deseados para fomentar el acceso a trabajos estables y dignos. Los millones de euros destinados a políticas de empleo no están siendo una solución a medio y largo plazo para acercarnos a ese horizonte. Aunque en este contexto de aumento de desigualdades, riesgo de pobreza, precariedad y falta de oportunidades laborales (especialmente para grupos más vulnerables como mujeres, mayores de 50 años, jóvenes sin formación..), los planes de empleo son una herramienta necesaria para paliar situaciones de emergencia social, no son la única solución al problema del paro estructural y de la precariedad que va camino de convertirse también en estructural. Los planes de empleo, cuyas pautas de planificación y ejecución también deberían replantearse e iniciar una transición hacia modelos económicos y sociales más diversificados, sostenibles y formativos, pueden servir para bajar la tasa del paro en un momento determinado, salvar estadísticas, generar noticias y fotos, pero desgraciadamente por si solos no solucionarán el problema del desempleo, ni proporcionarán un futuro a medio y largo plazo para nuestros pueblos y ciudades.


El descenso del paro tan utilizado para convencernos de la supuesta bonanza económica, se ha conseguido mayoritariamente gracias a contratos temporales, a tiempo parcial o por horas, con peores sueldos y en los que además muchas veces se producen fraudes en cuanto a sus condiciones reales, amparados por políticas y reformas laborales basadas en el descenso de los costes empresariales vía sueldos, la precarización y fragmentación de los puestos de trabajo y el recorte de derechos. El resultado ha sido el paso de cientos de miles de personas a situaciones de vulnerabilidad y riesgo de pobreza. Esta profundización en el modelo neoliberal «a la española» ha extendido la figura del trabajador y trabajadora pobre, que con salarios de apenas 800-900 euros tiene que mantener un
hogar, con sus gastos fijos y crecientes de alquiler, hipoteca, electricidad, calefacción, alimentación y transporte. Ante la imposibilidad de afrontar estos gastos esenciales para una vida digna, demasiadas veces se debe recortar o prescindir de algunos. De ahí la creciente pobreza energética, la peor alimentación, la interrupción de tratamientos médicos, las dificultades para proseguir los estudios, la eliminación de gastos en ocio y cultura. El recurso a la solidaridad familiar, en la que hay que destacar el papel de nuestras personas ya jubiladas, que han estirado sus pensiones y tiempo para ayudar a hijos y nietos, ha sido y es fundamental para mantener la cohesión social y paliar los efectos de estas situaciones a las que las administraciones públicas han sido incapaces de afrontar de raíz.



Las personas desempleadas de más de 50 años (449 en nuestro municipio) son el grupo que mayores dificultades tienen para volver a acceder al mundo laboral y el que ha sido más invisibilizado. Este colectivo es el que acumula mayor porcentaje de parados de larga duración (más de un año) y de muy larga duración (más de dos años). Un número creciente del mismo ha perdido definitivamente la esperanza de volver a encontrar un empleo y se ha autoexcluído de la búsqueda activa de empleo. Además desde 2013, los parados de larga duración de más de 55 años son obligados a jubilarse anticipadamente a los 61 años, lo que ha supuesto un recorte medio del 20% en sus pensiones. En este caso, se puede hablar de personas expulsadas del sistema laboral y de dramas personales y familiares que más allá de lo económico, se expresan también en situaciones de resignación, pérdida de autoestima, ansiedad y depresiones. Realidades cotidianas y cercanas de los que pocas veces habla la política, los medios de comunicación y las estadísticas. Ante estas situaciones el mensaje de salida de la crisis, recuperación económica y creación de empleo, tanto a nivel estatal, regional o local adquiere matices de parcialidad, sugestión y propaganda. Por tanto, la supuesta bondad de los datos, no debería esconder también la influencia de otros factores menos amables como la pérdida de población activa, la emigración, las jubilaciones forzosas, la temporalidad y fragmentación de los puestos de trabajo, la precarización de las condiciones laborales y los sueldos. Puede que así suba el PIB pero es a costa de aumentar la desigualdad, de empujar hacia los límites del sistema a un creciente número de personas que se acercan cada vez más a la pobreza y condicionar el futuro de próximas generaciones.


Estamos ante un modelo económico basado en la desigualdad creciente, en el recorte de servicios, la pérdida de derechos y la depredación tanto de recursos naturales como humanos Necesitamos iniciar una transición decidida hacia nuevos modelos que pongan la economía al servicio de las personas y del planeta. Necesitamos economías sociales, sostenibles y solidarias que nos aseguren bienestar en todos los sentidos, un reparto más equitativo de la riqueza, mayor cohesión social, empleos dignos y derechos sociales. El modelo global neoliberal por muchos mensajes, propaganda, estadísticas y cifras macroeconómicas que nos repita, seguirá enriqueciendo a unos pocos y empobreciendo cada vez a más. También aquí dónde nos creíamos «primer mundo».


Toñy Real
En estos últimos meses en los que tanto se ha hablado de la Constitución Española, tanto de su defensa, su incumplimiento o posibles reformas, recordamos lo que dice en su artículo 25: «Todos los españoles tienen el deber de trabajar y el derecho al trabajo, a la libre elección de profesión y oficio, a la promoción a través del trabajo y a una remuneración suficiente para satisfacer sus necesidades y las de su familia sin que en ningún caso pueda hacerse discriminación por razón de sexo».


El derecho al trabajo no solo implica su reconocimiento formal sino que debería ser una prioridad política para todos los poderes públicos. Para la aplicación de otros artículos ya han demostrado ser rápidos, diligentes y sin escatimar en recursos.


Toñi Real.

Concejal del Grupo Municipal Asamblea Ciudadana de Manzanares.
 

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