¿Quién me tiene
que decir si sigo infectado o no, una llamada por teléfono o la realización de
una prueba científica?
Manzanares 20 de abril de 2020. Ser
infectado por covid-19 es una muy dura experiencia en todos los sentidos tanto física
como psicológicamente, aunque sin lugar a dudas, la peor parte se la han
llevado aquellos que se han quedado en el camino abrazados a su soledad y no a
sus seres queridos que a su vez han tenido que sufrir la angustia de no poder
acompañarlos en esos últimos momentos.
En la madrugada del 29 de marzo,
el virus mediante la fiebre y la consiguiente tiritona me avisaba de que se
encontraba dentro de mí, yo no quería que así fuera, me costaba admitirlo, pero
él ya se había instalado en mi organismo. ¿Cómo había llegado hasta mí? no lo sé,
pero ahí estaba.
Llamada al centro de atención del
coronavirus, y aislamiento en una habitación de casa. Nervios y miedo para
comenzar una dura situación (para mi) más psicológica que física, en la que tu
cabeza empieza a dar vueltas, a imaginarte muchos escenarios y ninguno
positivo. Te sientes una bomba de relojería para los tuyos. Tienes miedo a
salir al baño, a tocar algo que se olvide después limpiar con lejía y que pueda
ser la causa de contagio para tu familia. Aparte de estar infectado, un
sentimiento de culpabilidad se empieza a apoderar de ti.
Las horas pasan despacio y las
noticias y rumores vuelan sin freno por las redes sociales, lo que hace que
conozcas de la marcha de personas conocidas, y tu mente te dice que tal vez
alguno de los próximos en marcharse seas tú. La angustia se apodera de ti y
aunque no quieres que se instale en tus pensamientos, allí sigue.
Poco a poco los días van pasando,
los síntomas se acrecientan, la dichosa fiebre no se va, y el paracetamol no
puede con ella. No puedes prácticamente comer, se te hace “bola” como dicen los
niños y el sabor metálico de los alimentos es asqueroso. El olor a comida te da
ganas de vomitar.
Tu soledad (aunque estés
acompañados por los tuyos de los cuales te separa una puerta) te sigue haciendo
mella, los pensamientos negativos siguen dando vueltas en tu mente y cada vez
te ves más cuesta abajo y con pocas esperanzas de volver a recuperar tu salud.
Finalmente te das cuenta que no
es posible curarte con paracetamol y decides junto a tu médico de familia ir al hospital con el miedo y la
angustia instalados en tu cuerpo junto con el dichoso virus. Atrás dejas a los
tuyos sin saber si esta será la última vez que los ves.
En urgencias te vuelves a dar
cuenta de la gravedad de la situación, a pesar de la gran profesionalidad y
amabilidad de los sanitarios que te atienden, pero en el fondo estas solo con
tus pensamientos. Placas, toma de tensión, control de saturación de oxígeno,
extracción de sangre, puesta de vía, paracetamol en vena para controlar la
fiebre, y camino a observación.
Sabes que estas en buenas manos,
pero no quieres quedarte ingresado en el hospital, ya que si es así, es una
señal de gravedad. El miedo te asalta y las malas sensaciones vuelven a dar
vueltas por tu mente ante la soledad de la habitación del servicio de observación.
Ves el ir y venir de los
sanitarios, que no paran de atender a los pacientes y sobre todo de sonreírnos
y decirnos palabras de ánimo, pero en el fondo se les nota su preocupación y
cansancio, pero ellos siguen a pesar de todo dando lo mejor de ellos.
Tras unas horas, te visita el especialista,
el internista y te confirma que eres positivo en Covid-19 (en el fondo ya lo
sabes) intenta tranquilizarte y te dice las palabras mágicas que yo quería
escuchar “ventilas bien y te vas a ir a casa con un tratamiento”, y me parece
mentira que a pesar de dar positivo te alegres, sobre todo de volver a tu casa
con los tuyos, aunque sea a tu aislamiento dentro de una pequeña habitación,
pero sientes como la soledad de esta terrible enfermedad la alejas de ti de
alguna manera.
Respondo positivamente al
tratamiento, y tras diez días la fiebre desaparece y en los posteriores no
vuelve. Los síntomas remiten poco a poco, el dolor de pecho desaparece progresivamente
y la tos cambia de tono, el sabor de las comidas vuelve poco a poco a tu
paladar, el olor ya no te da ganas vomitar. El cansancio general comienza a
desaparecer.
¿Estoy curado?
¿No lo sé?, los indicios dicen aparentemente
que sí, pero no es posible saberlo y mucho menos porque te lo digan por
teléfono. Cuando me confirmaron de manera científica que era positivo en
covid-19, me incluyeron en las estadísticas de infectados, por lo que ahora
para que pase a engrosar las listas de los que denominan altas epidemiológicas,
por lógica me tendrán que hacer la prueba que llaman PCR y confirmar si mi
organismo sigue infectado o no.
Los infectados por este virus igual
que nos han confirmado que éramos positivos necesitamos que nos confirmen con
pruebas científicas que ya no lo somos, porque si no la duda el miedo y la
incertidumbre estarán ahí y nos pasará factura en nuestro día a día a nosotros
y a las personas de nuestro entorno.
¿Qué puede pasar si retomo mi
vida normal y sigo infectado? pues que seguirán la cadena de contagios y posiblemente
más muertes que de alguna manera recaerán sobre nuestra conciencia. Esto según nos dicen y repiten un día tras
otro, no es lo que se pretende, por lo tanto, hágannos los test, y no nos dejen
con la responsabilidad sobre nuestros hombros de ser culpables indirectos de continuar
con la cadena de infectados.
De acuerdo que no habrá suficientes
test, pero habrá que regular y priorizar los disponibles y establecer criterios
claros de a quienes se le deben de hacer (no solo a los influyentes, y a los
que salen por tv), a los sanitarios, a los infectados, a los grupos de riesgo,
y finalmente a toda la población.
Gracias a los profesionales de la
medicina por la atención que me han prestado. Gracias a la Sanidad Pública a la
que no debemos olvidar cuando pase todo esto, y a la que debemos de potenciar e
invertir en ella, sobre todo en personal, en infraestructuras e investigación y no dejarla en manos privadas. Y por supuesto y más importante para
mí, gracias a mi familia, y mis amigos por estar ahí y no dejar que la soledad
de esta enfermedad se apoderara completamente de mí, aunque el virus si lo hiciera.
A quien corresponda. Solo pedimos
que nos hagan la prueba para confirmar si estamos libres del virus o no.
José Aº Romero Gómez-P - Infectado por Coronavirus
Desde mi aislamiento domiciliario
en Manzanares a 20 de abril de 2020
Hola José Antonio, me alegro enormemente que estés bien dentro de la lógica y humana preocupación. Sabes que leo todo lo que públicas en tu blog y comparto contigo todas y cada una de las dudas que te asaltan por no hacerte los test pertinentes. Yo que soy más radical que tú voy a apuntar algunas cosas más por lo menos para desahogarme. Tú un ciudadano de a pie, sin test. La ministra Irena Montera ya lleva 3 realizados que se sepan. Los números como nosotros tenemos que ir a hospitales sin medios aunque tengan buenos profesionales. La casta política prefiere la Ruberlingrado, aunque se les llena la boca de decir que prefieren la cosa pública pero cuando se ponen malitos dicen que lo público para la chusma. Hemos estado fantasmeando con que teníamos la mejor sanidad del mundo y cuando ha bajado la marea se ha visto que estábamos desnudos y no teníamos ni una caja de tiritas, pero si teníamos para mantener una piara de políticos de todos los colores con sus asesores y sus chiringuitos electorales permanentes bien engrasados y un sinfín de comunicadores lametraserillos.
ResponderEliminarEl eslogan ahora tan en vigor "quédate en casa", lo deberíamos poner también en práctica cuando nos digan de votar. La lucha del hombre contra el poder es la lucha de la memoria contra el olvido.
Deseo verte pronto con tu cámara al hombro, y que todo quede en una horrible pesadilla.
Un abrazo.
A la Irena ya se le han realizado 4 test y a Carmen Calvo 5 y eso que decían que todos eramos iguales, pero como matizaba Orwell unos más iguales que otros. Que cosas
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