José Manuel Muñoz Rodríguez. Manzanareño Asusente 2015 |
Le enseñaron también a absorber todo aquello que sale de la
mirada y el silencio de un pueblo, esa forma tan bella y tan nuestra de
aprender las cosas sin palabras y de recibir ideas y sentimientos, lo que
queremos y, a veces, lo que no queremos.
Y en él, en el imaginario de su infancia, hay hueco para
plazas, calles, gentes, paisajes de Manzanares: El parterre y la plaza de las
palomas, la Feria y las Fiestas patronales, la Calle Toledo y la Calle Empedrada,
“la estrella amarilla” y “el patio”, el Colegio y la Iglesia de Altagracia, y
muchos otros “caminos y paisajes”, objetos y lugares que usó, transitó y ocupó
en su quehacer cotidiano, allá por su infancia y juventud. Sitios y lugares
anhelados, que hoy son pasado, pero también presente, y que le “obligan” a ir,
estar y venir a Manzanares, o quedarse por un tiempo, y volver en ocasiones.
No faltan las personas, familia, amigos, maestros,
compañeros, en este su imaginario, que con su forma de estar y de mirar, con
sus andares y decires poblaron y habitaron esos momentos y lugares de su
infancia. De todo esto hay mucho en su vida. Y con estos enseres y menesteres
se fue tejiendo su historia, su identidad como individuo y como persona, su
educación, a lo largo de esos tan fundamentales primeros años de su vida.
A los 11 años -doy fe de ello porque fuimos compañeros de
colegio- ya salió de nuestro pueblo. Lo hizo llamado por una vocación,
infantil, pero consentida y con sentido. Diez años que transitó por los muros y
pasillos del Seminario Diocesano de Ciudad Real, con sus gentes y sus vidas,
disfrutando, estudiando, conviviendo, formándose, pero siempre re-volviendo y
volviendo al inevitable entramado espacial que lo vio nacer y que seguía siendo
su lugar de referencia, vitalmente necesario, Manzanares.
Transcurridos 10 años, con la mayoría de edad ya superada,
abandonó el camino vocacional al sacerdocio y marchó en busca de nuevos aires y
horizontes a tierras más áridas, por carácter y por clima, pero sobre todo por
lejanía de su lugar y de su gente. Le dio por la Pedagogía, una vocación
heredada, como hijo de maestro que es, y es la Pedagogía la que ha terminado
dándole de comer y la ciudad de Salamanca, la que lo ha acogido, donde se casó,
con Cristina, salmantina, y en la que anda intentando desempeñar la aventura de
ser padre de tres hijos: Lucía, Jorge y Daniel, hijos a los que, desde hace
unos años ya hizo, como no podía ser de otra manera, hermanos de Nuestro Padre
Jesús del Perdón. A Manzanares van y vienen y se quedan en verano, esperando
que con el paso del tiempo valoren también, como algo propio, sus calles, sus
tradiciones, sus plazas, sus fiestas, su gente.
Es Doctor en Pedagogía, recibiendo el Premio Extraordinario
de Doctorado en el año 2004, habiendo sido Becario del Programa Nacional de
Formación del Profesorado Universitario en el Departamento de Teoría e Historia
de la Educación de la Universidad de Salamanca. Profesionalmente, es Profesor
Titular de Universidad, en el área de la Teoría de la Educación, en la ya
citada Universidad de Salamanca.
Han sido varias la Universidades que le han permitido
desempeñar la función docente e investigadora a lo largo de su formación:
Universidad de Costa Rica, Universidades de Coimbra, Aveiro y Lisboa en
Portugal, Universidad Degli Studi di Genova en Italia o la Universidad François
Rabelais en Francia, entre otras, dando como fruto diferentes libros y
artículos científicos que ha escrito, y Proyectos de Investigación nacionales e
internacionales que ha liderado y en los que ha participado.
José Manuel Muñoz Rodríguez & Esther Nieto-Márquez Lebrón. Manzanaresños ausentes 2015 |
Es miembro del Grupo de Investigación de Excelencia
“Procesos, espacios y prácticas educativas”, y profesor, entre otros
menesteres, de Antropología de la Educación y Pedagogía Ambiental. Y desde hace
algo más de un año tiene el cargo de Director Académico de la Universidad de la
Experiencia en la Universidad de Salamanca.
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