lunes, 27 de noviembre de 2017

¿Por qué otro conflicto abierto entre Membrilla y Manzanares? Artículo de opinión de Blas Villalta



Blas Villalta. Malo es que existan en el mundo ladrones, pero peor aún es que sorprendan robando, por ejemplo, a un policía. El castigo a un policía que roba será mayor que el que se impondría a un particular que cometiera el mismo delito, pero que no tenía la función oficial, precisamente, de hacer que las leyes se cumplan. Las dos faltas están mal, pero en el caso de un policía que robara se añadiría un componente de traición al contrato social, pues en su persona hemos depositado como sociedad no sólo la confianza, sino además los medios físicos que le permitan disponer de la fuerza, para hacer cumplir las normas legales.


El mismo componente de traición irreparable encontramos cuando un político, un representante público elegido por el pueblo, roba, desfalca, malversa, acepta sobornos o incurre en corruptelas varias. De nuestros representantes públicos esperamos una buena gestión, y ya damos por descontado que, además de eso, esperamos un comportamiento cívico ejemplar, que sean los primeros en cumplir las leyes y en dar ejemplo al resto de ciudadanos. La mujer del César no sólo tiene que ser honesta, etcétera.


Estos días, preparando mis clases de 2° Bachillerato, repasaba la trayectoria de Ortega y otros intelectuales brillantes de aquella Generación del 14 que tantas esperanzas despertó en nuestro atrasado país de hace un siglo. Llena de optimismo leer algunos párrafos de los primeros tiempos, de cuando no sospechaban ni de lejos la que se les vendría encima, y hablaban con amor de la labor de educación política que cultivarían en España, con el fin de que se convirtiera en un país democrático y liberal. 


Pero al mismo tiempo produce pesadumbre pensar que hoy, después de todo lo bueno que ha construido nuestra moderna democracia en las últimas décadas, de los niveles de progreso y garantías sociales que hemos alcanzado, algunos nos sintamos aún “perdidos en la inercia provincial”, por decirlo con frase de Ortega. No cabe duda de que la democracia ha inundado, como sistema político, todo nuestro país.


Democracia en un sentido político moderno, tan positivo, pero también esa “plebeyización” que Ortega denunció como “democracia morbosa”: todos igualados por abajo, cualquier opinión es válida, las malas maneras conviven con las buenas, sean conducidas por la razón o por el resentimiento. Y eso es peligroso: cuántos aprendices de cacique no hemos conocido en nuestros retiros provinciales, saltándose alegremente las leyes y normas comunes, bajo el pretexto de que el pueblo los ampara, de que la fuerza de las mayorías justifica que se pisoteen los límites de la ley. Qué pinta la ley, si el pueblo está conmigo, etcétera.


En ciudades españolas de tamaño medio, adonde han ido llegando en oleadas regulares los aires de la civilización, ya todo el mundo da por naturales asuntos que hasta hace no mucho no lo eran: las administraciones son más o menos transparentes, se garantizan los servicios públicos básicos, existe libertad de expresión, igualdad de acceso a los servicios y a la información y, en fin, la gestión de los asuntos públicos está fiscalizada por la gente, en una u otra medida. Pero aún existen rincones oscuros, y sólo cuando los medios de comunicación sacan a la luz casos escandalosos nos percatamos de que hay una parte de la administración comandada por bandidos. Eso sí, democráticamente elegidos, democráticamente consagrados.


En los últimos días he sentido otra vez una vergüenza trágica al ver el nombre de mi pueblo pregonado en periódicos y emisoras de radio. En este lugar de La Mancha que es Membrilla han ocurrido en los últimos años tantos atentados contra las leyes españolas, y los hemos vivido con tanta gracia y aplauso, que han tomado carta de normalidad. Pero en cuanto los representantes de mi Ayuntamiento han pretendido además continuar fuera del pueblo con sus trapacerías, les han dado el alto y ahora nos vemos en los papeles.

En Membrilla, desde que dirige el Ayuntamiento el señor Manuel Borja Menchén (perdón por citarlo en el mismo artículo en el que se cita a Ortega y Gasset), ya nos habíamos acostumbrado a que la gente transgrediera la ley antitabaco con el consentimiento oficial, a la institucionalización de los botellones, a la ausencia deliberada de señales de tráfico que regularan la circulación, a la discrecionalidad de las multas. También a que no se cumplieran ciertos servicios básicos que un Ayuntamiento debe prestar, como el arreglo de caminos, la limpieza de parques y plazas, o la falta de actuación ante los vertidos descontrolados, líquidos y sólidos, al cauce seco del río Azuer. También a algunos episodios lamentables, como la secuencia sádica de actuaciones con las que este alcalde pretendió (por cierto, sin conseguirlo) vilipendiar y expulsar del Ayuntamiento y del pueblo a una concejala de la oposición.


Personalmente, yo casi me he acostumbrado a que el Ayuntamiento de Membrilla incumpla sistemáticamente la Ley de Transparencia, Acceso a la Informacón Pública y Buen Gobierno: entre otras cosas porque llevo años solicitando informaciones públicas en instancias oficiales y ninguna de ellas ha sido contestada, ni para bien ni para mal. También supimos por la prensa que el Ayuntamiento de Membrilla, según el informe de julio de 2017 del Ministerio de Hacienda, ha incumplido la Ley de Estabilidad Presupuestaria y Sostenibilidad Financiera en sus cuentas del ejercicio 2016, y sólo deseamos que sus cuentas no sean intervenidas por el Ministerio.


Pero ahora nos enteramos de que el señor Borja y su corporación han ido más lejos. Estamos pendientes de un juicio con el Ayuntamiento de Manzanares a propósito de las facturas del agua potable, pero eso es cuento largo y merece explicación más detallada en otro lugar. Por lo pronto, la secuencia última de los acontecimientos que enfrentan al pueblo vecino con Membrilla es la siguiente:


- En febrero de 2013 el Pleno del Ayuntamiento de Membrilla acordó no aprobar la adjudicación propuesta por la Mesa de Contratación para la gestión de la Depuradora de Manzanares-Membrilla, que se había hecho a Acciona Agua, y en cambio se la adjudicó a Dragados. El Ayuntamiento de Membrilla hizo esto a sabiendas de que no podía hacerlo: pues existe un solo órgano de contratación conjunto de los dos Ayuntamientos. El Ayuntamiento de Manzanares y Acciona Agua interpusieron sendos recursos contra el Ayuntamiento de Membrilla, y el Juzgado de lo Contencioso-Administrativo n° 1 de Ciudad Real estimó ambos recursos en abril de 2017, anulando el acuerdo del Ayuntamiento de Membrilla y calificando de “absurda” la actuación de este último.


- En abril de 2016 el Ayuntamiento de Manzanares aprobó la Ordenanza Reguladora de Vertidos de Aguas Residuales, que afecta también a Membrilla, puesto que el Ayuntamiento de Manzanares es, según la normativa, el titular de la autorización del vertido de aguas residuales que proceden de “la aglomeración Manzanares-Membrilla”, que fue concedida por la Confederación Hidrográfica del Guadiana. El Ayuntamiento de Membrilla conocía esta regulación, o debería conocerla, o podría haber preguntado a alguna administración si tenía dudas sobre la titularidad. Pero en lugar de acatar las nomas decidió interponer un recurso contencioso-administrativo contra la citada Ordenanza del Ayuntamiento de Manzanares. El resultado es que, en noviembre de 2017, el Tribunal Superior de Justicia de Castilla-La Mancha, con sede en Albacete, ha desestimado este recurso, ha aclarado que la competencia de vigilancia, inspección, control y sanción de los vertidos a la red de alcantarillado de “la aglomeración Manzanares-Membrilla” es del Ayuntamiento de Manzanares, y ha condenado al Ayuntamiento de Membrilla a las costas del juicio. En esta última sentencia también se recalca que “sería absurdo, discriminatorio y perjudicial” para el buen uso de la red “que los vertidos provenientes de Membrilla no se sujetasen al régimen de prohibiciones, controles y fiscalización a que se someten las emisiones que se realizan en el término municipal de Manzanares”.


- Ante este panorama, poco después de hacerse pública la sentencia del TSJ, el 22 de noviembre de 2017 el Ayuntamiento de Manzanares, a través de sus concejalas Isabel Díaz-Benito y Beatriz Labián, denunció algo que ya era vox pópuli en Membrilla desde 2013: que el Ayuntamiento de Membrilla había construido (supuestamente) una instalación ilegal en 2013 para que sirviera de baipás a las aguas residuales que vienen de Membrilla y así evitar en parte el contador de agua que registra este caudal. El Ayuntamiento de Manzanares paga, en concepto de alcantarillado y depuración, la diferencia entre la cantidad total de residuos que llegan a la depuradora y la cantidad que registra el contador de Membrilla, por lo que el Ayuntamiento de Manzanares considera que entre 2013 y 2017 se ha cometido un fraude. Y considera además que el Ayuntamiento de Membrilla es el responsable de ese fraude, puesto que habría construido esa instalación “no autorizada” con el fin de falsear la cantidad registrada por el contador. El Ayuntamiento de Manzanares calcula que el fraude le ha costado 38.219,36 euros, y por ello ha remitido un oficio al Ayuntamiento de Membrilla reclamándole esa cantidad, y amenazando con nuevas acciones judiciales en caso de que la reclamación no sea atendida.


- Un día después, 23 de noviembre de 2017, el Ayuntamiento de Membrilla ofreció su versión del asunto: el teniente de alcalde, Carlos Martín de la Leona, no negó que esta obra de canalización paralela exista, pero declaró que se construyó no con el ánimo de cometer un fraude sino para acabar con el efecto embudo que se produce en la tubería principal durante las tormentas. Aseguró que remitirá a la empresa adjudicataria, Acciona Aguas, un informe técnico. Y en cuanto a la autorización para realizar esas obras en 2013, se limitó a decir que “los responsables de la empresa adjudicataria de la depuradora y los responsables políticos y técnicos del Ayuntamiento tuvieron conocimiento”, y señaló como testigos de este hecho a la empresa que hizo la excavación y a los técnicos del Ayuntamiento de Membrilla. Además, admitió que esta canalización desvía el agua del registro “cuando la tubería viene completamente llena y el caudalímetro no da abasto (sic) a contar los metros cúbicos que entran en el sistema de alcantarillado de Manzanares”. Un día después, el mismo portavoz se reafirmó en su versión en unas declaraciones a la emisora Onda Cero Valdepeñas, confirmando que la canalización paralela se hizo, y obviando explicaciones sobre el principal punto del que se acusa al Ayuntamiento de Membrilla, que es el de haber realizado una “instalación clandestina y no autorizada”.


Así las cosas, no sabemos si el Ayuntamiento de Membrilla en las próximas semanas aceptará las demandas del Ayuntamiento de Manzanares, pagando lo que le reclaman, o irá a un nuevo juicio para defender su versión de los hechos. Pero dados los antecedentes, el asunto no pinta bien para el Ayuntamiento de Membrilla. A mí todo me da una profunda lástima, que me hace preguntarme en manos de quiénes estamos. El Ayuntamiento de Membrilla anda ahora difundiendo entre los vecinos, a través de su televisión local y las redes sociales, sus razones sobre el último caso, aunque no parezcan tener mucho peso, culpando una vez más al vecino, al forastero, al otro, al Goliat opresor.


En esta “inercia provincial” escucho y leo cosas que me producen entre sonrojo y una especie de alerta miedosa. A final de verano se difundió un burdo montaje con los rostros del alcalde y varios concejales del Ayuntamiento de Manzanares, con insultos, a propósito de unas obras en una vía urbana de Manzanares con las que algunos vecinos de Membrilla no estaban de acuerdo. Unos meses antes, después de publicarse algunos artículos míos sobre asuntos locales en los que señalaba directamente actuaciones del alcalde, se había difundido otro montaje con mi rostro y el de otro vecino de Membrilla calificándonos de vengadores, de representantes de no sé qué traición contra no se sabía quién, quizá contra la esencia romántica del pueblo que resiste al invasor. Ya sólo me falta leer en los documentos oficiales: “Manzanares ens roba”, escrito así en catalán para agrandar la idea victimista de pueblo afrentado frente al Goliat español y centralista. He de recordar a estos políticos locales, no obstante, que mientras no cambien las cosas, Membrilla sigue perteneciendo a España, y está sujeta a las leyes españolas. Y las leyes vigentes son también democracia, y están por encima de mayorías absolutas de pueblo. Que paren la soberbia, que paren el odio, que paren de arrojar paletadas de vergüenza al nombre de Membrilla. Por favor.

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